A pesar de los «Abbraccios della Sera yogi tea. Infusiones relajantes», no duermo bien últimamente. Caigo fugazmente en los brazos de un Morfeo algo huraño y esquivo conmigo en estos últimos tiempos. Aun así, tengo tiempo suficiente para internarme en el plano irreal de los sueños. Sueños de esos de los que no quisieras despertar. Y es que irse a dormir después de echar un vistazo al muro de Facebook siempre da juego al subconsciente para que este haga de las suyas.

mujer mirando movil en cama

Hace unas noches, en la cama, presa de uno de mis dolores de estómago, que sufro más a menudo de lo que quisiera, decidí echar un vistazo a las noticias políticas de actualidad que aparecían en mi muro de Facebook. Esa misma noche soñé que salía con un conocido y joven político en boga en los últimos tiempos, cuyo nombre prefiero no desvelar para no levantar estériles polémicas que ahora no vienen al caso.

Mi yo subliminal se trasladó al Congreso, que lejos de las controversias y eternas polémicas a las que están acostumbrados sus muros, testigos silenciosos de la decadencia de los valores democráticos, en esta ocasión, estaba impregnado en un resplandor rosáceo de suave romanticismo .

El surrealismo descabellado, siempre presente en este tipo de sueños, se hizo presente cuando el político en cuestión me llevaba a un parque cercano mientras me cogía de la mano delante de todos los diputados, dejando clara nuestra condición de «novios», por llamarlo de alguna manera. Ya en el parque, hicimos una pequeña parada junto a un árbol donde me apoyé. Él se acercó despacio. A dos milímetros de mis labios, sus intenciones eran claras: iba a besarme.

De repente un beep-beep-beep-beep me hace girar la cabeza y preguntar: «¿Qué es eso?» Rápidamente me di cuenta de que no era más que la alarma del móvil, tan inoportuna como siempre, que me informaba de que eran las siete y treinta. Hora de ponerse en marcha. Ni de coña, pensé malhumorada, mientras deslizaba mi dedo por el iphone una y otra vez para parar el dichoso beep. Cuando por fin lo logré, decidí probar suerte cerrando los ojos con fuerza para seguir con el sueño, cosa que, obviamente, no conseguí.

No contenta con la frustración causada, mi adormecida psique continuó jugándome malas pasadas. Sin ir más lejos, ayer mismo curioseaba de nuevo en una red social. Un amigo, al que no conozco en persona, pero que tengo agregado desde hace años, había cambiado la foto de su perfil.

pintor mujer sexy

El chico en cuestión parece poseer sensibilidad para el arte, no en vano es artista, pintor concretamente, atractivo, moreno, con barba sombreada de un par de días, ciertamente, muy masculino. La foto era buena, sacaba todo el partido posible del modelo, las luces y las sombras combinaban para darle ese aire misterioso y sexy. Los pinceles en la mano y la camiseta de tirantes le proporcionaban ese toque final sugerente, sensual y artístico.

No pude evitar darle al manido me gusta, aunque realmente esta vez era un «me gusta mucho, mucho». La cosa no pasó de ahí, pero esa noche, de nuevo atrapada en los brazos de mi huidizo Morfeo, aparecí en la habitación del pintor al que llamaré H a partir de ahora, para hacerlo todo más enigmático.

Era una habitación moderna, de diseño, con todos los elementos en color blanco. Yo estaba ahí, de pie, junto a la cama, y me disponía a entrar en ella para dormir. H entró y me dijo que tenía que salir un par de horas pues había quedado con unos amigos. Artistas, pensé yo, siempre con su agitada vida social. Le contesté que le esperaría, si le parecía bien. No puso objeción.

beso sexy

Antes de irse se acercó a mí… la situación se asemejaba al sueño anterior pero esta vez los tintes del mismo no eran tan románticos. La pasión podía palparse en el ambiente.  Y esta vez sí que hubo beso ¡Vaya si lo hubo! La vuelta del atractivo  pintor prometía, sin atisbo de duda, una noche interesante. Desgraciadamente, y sospecho que por culpa del «no-yo» de Fitche, el sueño acabó por otros surrealistas derroteros que no merece la pena contar para no decepcionar al lector.

La verdad es que con H siempre me ha quedado esa sensación de «¿qué hubiera pasado si nos hubiéramos conocido en persona?» A pesar de que en su día, hubo algunos intentos fallidos de quedar por ambas partes, nunca encontramos el momento. Luego apareció el que hoy es mi marido y la cosa se quedó ahí, como una especie de tema no resuelto.

hombre misterioso de espaldas

Posteriormente hubo también alguna conversación online, nada memorable y muy alejada de la química que desprendía el sueño. Aunque, personalmente, creo que a veces es mejor así. Lo mismo el día que nos veamos en persona se nos rompen los esquemas y nuestras expectativas se ven menguadas por la realidad. De esa forma, queda la idealización poética y deliciosa del hombre desconocido y misterioso que se esconde tras el perfil de una red social. Sí, sin duda, mucho mejor así.

Visto lo visto, decidí dejar de mirar el móvil antes de irme a dormir. Así que ahora cojo el ipad y me entretengo con densas lecturas filosóficas de autores como Nietzche, Russell, Kuhn e incluso mi odiado Fitche, confiando en que mi subconsciente acabará por entender sus teorías aunque solo sea en el plano onírico. Sin embargo, tampoco estoy muy segura que esta sea la opción adecuada.

La mirada de absoluta estupefacción de mi esposo cuando, recién levantada, me pongo a hablar sobre el nihilismo y la transvaloración de valores nietzcheana, me hace replantearme la idea de que tal vez debiera probar con lecturas algo más ligeras.

Agradecimientos

 

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