[…]No suelo beber vino, así que mi encantador galán decidió pedir una botella pequeña para él. Por supuesto, esperaba que al menos me dejara probar el delicioso caldo. Estupefacta e indignada al ver que no me servía nada, cogí la botella y me llené la copa, sin darme cuenta que había dejado la botella casi vacía, con lo que tuvimos que pedir otra, con el consiguiente incremento en la cuenta y disgusto de mi acompañante. Por supuesto, mi avaricia impulsiva iba a pasarme factura horas después. En los momentos en que las contracciones de mi estómago me daban tregua, maldecía mi estupidez con el dichoso vino. […]
By susanagonu
Publicación post: 16 Octubre 2016