El impresionismo culmina la tendencia de unir luz y visión, propias del Romanticismo y la Escuela de Barbizon, y afronta el problema de representar el paisaje con sus elementos fluctuantes y sus circunstancias atmosféricas. Esta corriente se inicia y se desarrolla, sobre todo, en Francia, y se centra en temas prosaicos y cotidianos como los del Realismo, pintando in situ y, a menudo, en una sola y rápida sesión, consiguiendo, así, visiones fugaces y rompiendo la diferencia entre esbozo y obra definitiva. Podemos enmarcar este movimiento en el último tercio del siglo XIX, dentro del liberalismo económico y del avance científico y tecnológico, donde el comercio desarrolla nuevos transportes y medios de comunicación, y la industria crea nuevos productos. Este sentimiento de velocidad y cambio se verá reflejado en el arte impresionista.

La obra de Monet Mujeres en el jardín inaugura el inicio del impresionismo como estilo en 1867. Para este autor, la luz es fuente de coherencia y dicta el tono a toda composición. El trabajo al aire libre junto a la coloración de la luz proporcionaba la unidad perfecta de los elementos de la composición. Pinta con grandes y rápidas pinceladas, aplicando gruesas capas de color que provocan rugosidad en la materia. A los colores opacos les opone los claros y vibrantes. Renoir y Pissarro, alineados con Monet, consideran la naturaleza una fuente de sensaciones puras, de efectos que convertirán en objeto de la pintura, no fijando una realidad objetiva, sino plasmando el efecto recortando un trozo de realidad.

Mujeres en el jardín (1867), Monet

El impresionismo convirtió el paisaje en su tema básico. Con el uso de una técnica rápida sin retoques, proponen dotar a la impresión luminosa y a la transparencia del agua y la atmósfera de notas cromáticas puras, centrándose en la sensación visual y evitando la poetización y la emoción románticas. Cobran protagonismo el mar, los árboles, las nubes, el tratamiento dado a la atmósfera y al aire. Veleros, bañistas, sombras boscosas, carreras de caballos, etc. serán, también, objeto del foco impresionista, que fija la transitoriedad en una demostración de amor hacia los objetos intrascendentes y cotidianos. El color, convertido en elemento dinámico que expresará los diversos estados de ánimo, se establece como una modalidad de la luz y la pintura como un entretejido de tonalidades luminosas. Se practica un realismo absoluto donde el color negro se suprime, se usa una paleta con predominio de colores claros y puros, y las figuras se diluyen en la atmósfera luminosa que las rodea.

Influenciados por la teoría del color de Michael-Eugène Chevreul, los artistas usan colores que se difunden en una orla de cromatismo complementario, con lo que el cuadro impresionista ofrece una relación masa-color. No obstante, los colores no se mezclarán en la paleta, sino que el ojo humano los fusionará. Se utilizan nuevas técnicas de toque con pinceladas cortas que suavizarán los contornos y los fundirán con el fondo. El empleo de comas de color, de puntos, mediante golpes de pincel, harán posible la reproducción de una atmósfera vibrante, del movimiento del agua y conseguirán la variación de grandes superficies.

Michael-Eugène Chevreul

En definitiva, el impresionismo se manifiesta como una obra inacabada que el espectador tendrá que reconstruir mentalmente y refleja el arte ciudadano, caracterizado por la versatilidad, el ritmo nervioso, dinámico y las impresiones repentinas, aunque efímeras, de la vida en la ciudad, donde se sustituye lo estático por lo huidizo. Se caracteriza por su preferencia paisajística, el uso de la luz, las actitudes corrientes, los argumentos intranscendentes, el predominio de la pintura fluida, del color en detrimento del dibujo, el menosprecio por el color negro y la búsqueda de reflejos en tanto los colores no se mezclen.

Manet es una figura que hace de enlace entre el arte tradicional y el impresionismo. Su obra impresionista Almuerzo sobre la hierba (1863) fue un escándalo, ya que la mujer desnuda entre los dos hombres vestidos no encuentra justificación. El autor no respeta ninguna de las convenciones admitidas, sino que impone una libertad nueva con respecto al tema y a los modos tradicionales de representación. 

Almuerzo sobre la hierba (1863), Manet

Renoir es sobre todo pintor de figuras, en esencia femeninas, y su tema predominante son las escenas de diversión popular, como El almuerzo de los remeros (1881), bodegón de comida ya consumida en el que se representan animadas conversaciones de distintas clases sociales en un ambiente de libertad.

El almuerzo de los remeros (1881) Renoir

Dégas está un poco alejado del grupo impresionista, no obstante, su temática y sus formas abocetadas y experimentales lo ligan al impresionismo. Su obra La clase de Danza (1873) presenta una composición desequilibrada pero muy estudiada, aunque no encontramos rasgos impresionistas más que la luz grisácea y un abocetado delicado.  

La clase de danza (1873), Dégas

Ya introduciéndonos en la temática paisajista que nos interesa, destacamos autores como Monet, el autor más paisajista y el más preocupado por la luz. Su obra es la más abstracta, pero siempre se basa en presupuestos figurativos con unas cualidades coloristas inigualables. Algunos elementos frecuentes en sus obras son el cielo y el agua en una relación mimética y cambiante, con formas sólidas y que tienden a unirse con la atmósfera. Muestra preocupación por captar la temporalidad de la luz y la inestabilidad del color.

Lirios de agua (1915), Monet

En este cuadro titulado Impresión: Amanecer (1872), Monet nos ofrece una imagen del mar íntima y familiar, y logra comunicar, a la vez, admirablemente, la desdibujada aparición del alba abriéndose paso sobre el mar. Los destellos del agua, la niebla y los botes que flotan sin heroísmo alguno son los elementos más destacados de esta composición impresionista. A Monet le atraía, especialmente, el juego de luz sobre el agua y trabajó intensamente para hallar una técnica capaz de conseguir ese efecto en sus pinturas.

Amanecer (1872), Monet

Pissarro fue esencialmente paisajista pero su preocupación radicaba en el equilibrio de las estructuras y los motivos sólidos y cotidianos, ausentes de pintorequismo. Durante su estancia en Londres se vio influenciado por los paisajistas ingleses. En la imagen que sigue podemos observar una de sus obras paisajistas: Entrada a Voisins (1872).

Entrada a Voisins (1872), Pissarro

Por su parte, Sisley, también paisajista, se distingue de sus colegas impresionistas por la aparición en sus cuadros de elementos como el agua, la nieve, el cielo, la niebla. Está considerado junto a Monet, como uno de los impresionistas más puros. Su mejor producción fue realizada entre 1872 y 1880, con paisajes de gran espontaneidad, dotados de connotaciones intimistas y poéticas, de los alrededores de Paris. Sisley logra plasmar en su obra: Inundación en Port Marly (1876) una serie de matices cromáticos y sensaciones poéticas, en un intento de comunicar su emoción al espectador.

Inundación en Port Marly (1876), Sisley

 

 

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