Los antiguos egipcios concebían el mundo como un equilibrio dual de fuerzas donde prevalecía el orden cósmico frente a las fuerzas del caos. Era un pueblo sin miedos ni incertidumbres puesto que consideraban el cosmos como algo inmutable, estable y seguro. Creyentes de la vida eterna, equipaban las tumbas con todo lo necesario para pasar a la “otra vida”. Esta forma de espiritualidad proporcionaba felicidad y optimismo a los egipcios.
El faraón era considerado un dios que hacía de intermediario entre los otros dioses y los seres humanos. Se le consideraba un hombre justo y era el responsable de mantener el orden cósmico, el bienestar y el desarrollo de la comunidad. No solo se limitaba a gobernar sino que también debía cumplir ciertas obligaciones y leyes tanto en su vida pública como privada. Los sacerdotes también poseían una gran influencia y poder.
Arte egipcio
El arte, en Egipto, está influido por su situación de aislamiento geográfico y por el carácter sagrado del Nilo, que atraviesa el país de norte a sur, creando inundaciones que benefician las cosechas, favoreciendo de este modo la vida y generándose así un territorio rico y fértil. Las pinturas y relieves encontrados en las tumbas reflejan la importancia del Nilo en la vida de los egipcios.
Hoy en día, la historia da importancia a un cúmulo de hechos que se desplazan en un sentido lineal del tiempo y hacen referencia a la especificidad y la individualidad de los hechos. Los egipcios, en cambio, creían que los acontecimientos eran una serie de actualizaciones de arquetipos primordiales y un constante retorno al tiempo primigenio.
Podemos observar, por ejemplo, batallas representadas siempre con una misma iconografía, lo cual no significa ausencia de imaginación por parte de los artistas egipcios sino que, las batallas, siendo todas diferentes, eran reproducidas siempre de la misma manera, ya que simbolizaban el arquetipo de la primera batalla que tuvo lugar al principio de los tiempos. En las imágenes siguientes podemos ver las similitudes iconográficas antes mencionadas.
Así pues, podemos afirmar que la civilización egipcia niega la historia y aprecia la realidad en las esferas más transcendentales. Además, solo se consideran importantes los hechos que pueden reconducirse a un arquetipo del tiempo primordial.
Arquitectura egipcia
El aislamiento geográfico, la ausencia de influencias externas y la importancia de lo transcendente, conducido por el faraón y los sacerdotes, dieron como fruto un arte estereotipado, sometido a normas, homogéneo y monótono. En la arquitectura egipcia destacan las siguientes características. La monumentalidad: se usaba el dintel y el pilar como elementos sustentantes (arquitectura arquitrabada) y aunque conocían la bóveda y el arco, la escasez de madera no les permitía usarlos. La pesadez: predomina la horizontalidad semejante al paisaje egipcio circundante. El hieratismo: se siguen una serie de cánones y normas inmutables en el tiempo. Se utilizaban comúnmente el muro, el pilar y la columna. La impersonalidad: los artistas permanecían en el anonimato y ensalzaban el poder del faraón y los dioses. La perduración: se manifiesta el deseo expreso de permanencia del pueblo egipcio que armoniza con sus creencias sobre la vida eterna. Se utilizaban elementos perdurables como la piedra.

La monumentalidad es un rasgo característico de la arquitectura egipcia
De igual modo, la arquitectura egipcia puede dividirse en dos grandes grupos. El primero conformaría la arquitectura perecedera, pensada para la fugacidad de la vida del hombre. Se usaban materiales ligeros y aunque algunos palacios se construyeron con materiales nobles nunca igualaron la magnificencia de la arquitectura religiosa. La poca perdurabilidad de los materiales utilizados, las guerras y los continuos saqueos solo nos han dejado rastros de esta arquitectura. Por otro lado, la arquitectura imperecedera estaba pensada para la vida eterna y se constituía fundamentalmente por templos y tumbas. Se utilizaban materiales resistentes como la piedra y abundaban las formas geométricas simples. Son bastantes las ruinas que han quedado de este tipo de arquitectura. Existen diferentes tipos de monumentos funerarios tales como mastabas, pirámides, hipogeos, speos, hemispeos y templos.

Los hipogeos o «casas de eternidad» son un conjunto de cámaras excavadas en la roca que albergan los sepulcros faraónicos
Los templos eran construcciones inmensas y majestuosas de muros gruesos, a veces, provistos de un revestimiento de alabastro. En sus paredes se grababa la vida del faraón que había ordenado su construcción. El techo era horizontal y predominaban las columnas. Las diferentes partes comunes que podemos observar en los templos egipcios son:
- Dromos: Avenida larga habitualmente con hileras de esfinges que conduce a la entrada.
- Obeliscos: Monolitos altos con jeroglíficos que alaban a los dioses y al faraón.
- Pilono: Portal de entrada rectangular flanqueado por dos torres.
- Sala Hípetra: Patio con cielo abierto de gran esplendor. El pueblo llano podía entrar.
- Sala Hipóstila: Sala oscura con techo plano soportado por columnas.
- Santuario: Residencia de la divinidad. Solo entraba el sumo sacerdote o el faraón.
El templo de Ramsés II
Construido por Ramsés II, este templo es un speos (templo excavado en la roca con fachada esculpida) donde se rendía culto a los dioses Ra, Ptah, Amón y el propio Ramsés II divinizado. El templo mayor tiene una fachada en forma de pilono y custodiada por cuatro magníficas estatuas que miran al este y que representan al faraón sonriente tocado por el nemes y la doble corona que simboliza la unificación del Alto y Bajo Egipto.
A medida que nos adentramos en su interior la altura y el tamaño de las diferentes dependencias va disminuyendo simbolizando el camino hacía el inframundo. En la Gran Sala Hipóstila encontramos varias representaciones de Osiris con rasgos de Ramsés II, elevando a este último a la categoría de dios. En los muros de la sala encontramos escenas de algunas batallas donde se sigue ensalzando la figura del faraón.

Interior del templo: Ptah, Amón, Ramsés II divinizado y Ra.
Al final del templo encontramos el Santuario donde destacan cuatro estatuas que representan a los dioses adorados antes citados. Los egipcios demostraron su dominio de las matemáticas y la arquitectura, ya que el 20 de febrero y el 20 de octubre el sol entraba en el santuario iluminando las caras de todos los dioses excepto la de Ptah.
El templo menor está dedicado a la diosa Hathor y a la esposa preferida de Ramsés II, Nefertari. Algunas de sus salas están decoradas con escenas del matrimonio ofreciendo sacrificios a los dioses. Al fondo, en el santuario, encontramos la estatua de Hathor, la diosa del amor.
¿Te ha gustado este post? Puntúalo de una a cinco estrellas en RATE