Esparta y sus costumbres han despertado el interés y la fascinación de muchos. Posiblemente, debido a la influencia de algunas producciones de Hollywood, que han puesto de manifiesto, tal vez de una forma no demasiado rigurosa, la historia de Esparta. Pero, ¿qué hay de cierto en esas filmografías? ¿Hasta dónde llega el espejismo espartano? ¿Cuál es la realidad histórica? Aprovechando que Mundo Clásico es una de las materias en las que me estoy formando y dado mi interés en ponerle límites a la ficción y descubrir la verdadera realidad histórica, he pensado que dar respuesta a estas preguntas podría ser un tema interesante y del agrado de mis lectores. Así pues, en las siguientes líneas os dejo algunas pinceladas sobre la historia de Esparta.

Los espartanos eran originarios de los pueblos del norte. El rey fundador llamó a las tierras ocupadas, Laconia y a su capital, como a su reina, Esparta. Existe la leyenda que estos primeros pobladores eran descendientes de Hércules, y, desde luego, su buena forma física así como su pericia y fuerza en el combate, así parecían sugerirlo. La incipiente sociedad espartana se desarrolló y el consecuente estallido demográfico hizo necesaria la conquista de nuevos territorios. Mesenia, con sus espaciosas tierras de fértiles cultivos fue el emplazamiento escogido. Los ilotas que poblaban el lugar fueron sometidos, tras largas luchas, por los espartanos.

En Esparta había tres clases sociales. Los homoioi o iguales, que eran el grueso de la población militar, los periecos, libres y dedicados a la artesanía y al comercio, que vivían alrededor de las ciudades pero sin derechos políticos, y los ilotas que eran los siervos.  Su sistema de monarquía dual, con la existencia simúltanea de dos reyes, permitía que el poder nunca estuviera en manos de una sola persona. Existían mecanismos de control para cada una de las instituciones. Los mismos reyes debían dar cuenta de sus actos al consejo de ancianos y la asamblea de homoioi.  El problema con el poder en Esparta, a pesar del estricto control, residía en que las decisiones se tomaban entre unos pocos y el resto asentía sin demasiada divergencia. Por otro lado, las predicciones del oráculo siempre se tenían en cuenta, aunque estas se basaban más en los sobornos y lo que se quería escuchar que en los augurios divinos.

Licurgo

Licurgo

Licurgo, famoso legislador espartano, fue el promotor de las rígidas normas que imperaban en la sociedad espartana y que prevalecieron con el paso de los siglos. Los recién nacidos se sometían al examen de los ancianos. Si eran considerados no aptos se les abandonaba a la intemperie. El resto permanecía con sus padres hasta los siete años, momento en que el estado se hacía cargo de su educación y su entrenamiento militar.  Después de años de superar duras pruebas, los homoioi recibían una parcela de tierra que era cultivada por los ilotas, de esta forma ellos podían dedicarse a tiempo completo a perfeccionar sus técnicas de combate. El movimiento hoplita, consistente en una formación compacta de soldados empuñando largas lanzas y escudos, que avanzaba de forma sincronizada, organizada en falanges,  era la mejor baza de los espartanos en el campo de batalla.

A los treinta años, el matrimonio era algo casi obligado para los espartanos. De hecho, las familias que tenían tres o más hijos obtenían beneficios fiscales. En un territorio donde el número de ilotas superaba con creces a la población militar se hacía necesario mantener el número de soldados. No había rito matrimonial. La mujer era raptada y a partir de aquí los encuentros con su marido serían clandestinos, como si de algo sórdido se tratara. Esto fomentaba la pasión entre los esposos que solo podían verse a ratos y a escondidas de todos. Llegaban al acto sobrios y contenidos, repletos de deseo, lo que favorecía la fecundidad, además, del ejercicio de templanza  que suponía para ambos.

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Mujeres espartanas

Si una mujer tuviera que decidir hoy en qué parte de la Grecia Clásica viviría, escogería sin duda, Esparta. Las niñas espartanas recibían educación cívica y física. Se esperaba de ellas que fueran madres de hijos sanos con lo que estaban bien alimentadas. Algunas de ellas sobresalieron en las artes poéticas y otras llegaron a liderar las tropas espartanas. Además, las mujeres espartanas eran de una entereza y fortaleza digna de admirar. Todo se sacrificaba al bien común y a la patria, incluso el instinto maternal y las vidas de sus hijos.

Se dice que a una madre espartana se le comunicó la muerte de todos sus hijos en el campo de batalla. Ella repuso impasible que no había preguntado por sus hijos sino si  Esparta había ganado la guerra.  Otra madre dio muerte a su hijo sin piedad cuando este buscó refugio en su hogar después de huir de la batalla. Es por ello que las mujeres espartanas decían a sus hombres antes de partir, la famosa frase: «Vuelve con tu escudo o sobre él». Desertar era una vergüenza y un deshonor para el pueblo de Esparta.

Los espartanos pasaban prácticamente toda su vida entrenando duramente. Se decía que solo descansaban cuando iban a la guerra. Aun así, no fueron un pueblo demasiado dado a guerrear. Su magnífica reputación como militares les precedía y ellos la utilizaron inteligentemente, de forma tal que las ciudades-estado griegas preferían aliarse con ellos antes que iniciar una guerra. De hecho, Esparta poseía el único ejercito profesional de la Grecia Antigua y carecía de murallas.

 

«Una ciudad está bien fortificada cuando se encuentra adornada por hombres y no por ladrillos» Plutarco de Queronea, Vida de Licurgo, 19, 12

leonidas y jerjes

Leónidas I y Jerjes

Cuando el rey Leónidas I llegó al poder, Persia se consolidaba como uno de los imperios más grandes y poderosos de Oriente. Todo empezó con la rebelión de los jonios, que hartos del asedio persia, pidieron ayuda a Esparta. Ante su negativa, los jonios se dirigieron a los atenienses, que les apoyaron y aportaron efectivos para secundar la revuelta. Todo fue en vano, puesto que los persas vencieron. Aun así, el rey Darío I de Persia nunca olvidó esta afrenta de los atenienses y tiempo después, inició una ofensiva contra ellos, que pidieron ayuda a Esparta. Los espartanos, siempre reacios a intervenviones bélicas, demoraron su ayuda durante diez días debido a la celebración de unas fiestas dedicadas a Apolo. Cuando llegaron a combate, los atenienses ya habían derrotado a los persas, en la famosa batalla de Maratón. A partir de aquí, el rey persa Darío I delegará el poder en su hijo Jerjes, que durante cuatro años preparará la invasión a Grecia.

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Ejército persa

Un efectivo de 250.000 soldados persas se dirigen por mar al paso de las Termópilas, punto estratégico que les facilitará la entrada a Grecia. Debido a las celebraciones religiosas y a los vaticinios del oráculo, el consejo de ancianos es contrario a enviar tropas espartanas contra los persas. Aun así, el rey Leónidas decide acudir al enclave con 300 de sus mejores hombres, que escoge personalmente y que conforman su guardia personal. Tras ellos, 7.000 soldados griegos esperan impacientes el resultado del combate. Durante tres dias se libra una lucha encarnizada, donde a pesar de la superioridad numérica de los persas la proporción de bajas es favorable a los espartanos.

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Espartanos

La estrechez del paso unida a la fortaleza, la maestria y el domino de las técnicas hoplitas benefician a los valientes espartanos. Se comenta que cuando una avanzadilla les informó de que los arqueros persas eran tan numerosos que podrían nublar el sol con sus flechas, uno de los espartanos contestó, impasible: «En ese caso, libraremos la batalla en penumbra». Leónidas y sus hombres, conscientes de que era una contienda perdida de antemano, ordenan la retirada de las tropas griegas y permanecen al frente de la batalla. El objetivo era ganar tiempo, para que tanto atenienses como espartanos pudieran reunir y organizar efectivos suficientes para deterner a los persas. El traidor, Efialtes, informa a Jerjes de un paso secreto. Los persas rodean a los espartanos, que, finalmente, son vencidos tras una terrible masacre. El cadáver del rey Leónidas es encontrado por Jerjes que le corta la cabeza como señal de la victoria persa.

Temístocles

Temístocles

No obstante, las pérdidas del ejército persa son muy numerosas y la moral de las tropas se resiente. Los persas avanzan e inician una ofensiva naval que es contrarrestada por Temístocles, un respetado almirante griego que lleva a la armada persa a una fulminante derrota en la batalla de Salamina. Sin suministros para abastecer al ejército persa que permanecía en tierra, Jerjes se retira, dejando un efectivo de 30.000 mil hombres a cargo del comandante Mardonio para que libren la batalla en tierra.

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Victoria griega en la batalla de Platea

Tras la amenaza ateniense de llegar a una alianza con los persas si los espartanos no les ayudan, estos acceden a intervenir. Unidos, atenienses y espartanos, libran la batalla final en Platea que acaba con el triunfo absoluto de los griegos frente a los persas, gracias a la supremacía militar de la infantería espartana, prácticamente inexpugnable en el combate a tierra. Así, el sueño de conquistar Occidente acaba para Jerjes.

Siglos después, Esparta caerá ante la ciudad-estado de Tebas, ante la sorpresa del mundo griego. Pero la batalla de las Termópilas está considerada como un inolvidable simbolo de valor, fuerza y unidad espartana. Tiempo después, se erigirá un monumento en honor a esos 300 espartanos que sacrificaron sus vidas en las Termópilas, y que así reza:

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