Durkheim publicó su tesis doctoral La división del trabajo social en 1893, a la edad de treinta y cinco años. El objeto de su estudio era «la naturaleza de los cambios que se han producido en el paso de las sociedades tradicionales a las modernas.» La contextualización de su obra se sitúa a finales del siglo XIX y para su adecuada comprensión, debemos remontarnos a los antecedentes históricos de sus predecesores del siglo anterior, denominado el Siglo de las Luces, donde tuvo lugar el movimiento de la Ilustración.
Los filósofos de la Ilustración crearon un nuevo paradigma sobre el hombre, la sociedad y la naturaleza, cuestionando los conceptos tradicionales basados en el dogma del cristianismo. A grandes rasgos, sus ideas predominantes fueron el anticlericalismo, la creencia en el conocimiento empírico proporcionado por la ciencia, la admiración por el progreso tecnológico y la crítica al absolutismo que expresaba el deseo de una reforma legal y constitucional.
Las innovaciones culturales y tecnológicas contribuyeron a la transición de las creencias tradicionales a nuevas formas de pensar, basadas en la experiencia y la razón, y nuevas estructuras sociales que conformarían el advenimiento de la modernidad. Publicaciones como la Encyclopédie, con su enfoque universalista, en la que colaboraron numerosos y conocidos filósofos, así como otras publicaciones menores que exponían de forma simplificada las grandes ideas ilustradas, contribuyeron a extender y a acercar el conocimiento al pueblo.

«Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers» fue editada entre 1751 y 1772
En los albores de la modernidad, el enfoque científico que le otorgan los filósofos de la Ilustración a todas las disciplinas favorecerá la aparición de la sociología como una ciencia social —en la que el uso del método científico y el relativismo cultural eran sus características definitorias— equiparable a las ciencias naturales. Las aportaciones de Saint-Simon y Comte sobre el estudio de la evolución de la sociedad constituirán los vínculos mediante los cuales algunos principios propios de la Ilustración penetrarán y encontrarán su continuación en la sociología moderna desarrollada por Durkheim y Weber.
Tradicionalmente, la curiosidad se consideraba como algo negativo y pernicioso, relacionada, incluso, con la soberbia inherente al pecado original, y se erigía como una provocación hostil, desestabilizadora y generadora de desorden en la Edad Media. Figuras tan importantes del cristianismo medieval como San Agustín la contraponían a la humildad y la condenaban. Lenta y progresivamente, la curiosidad se desprendió de sus connotaciones negativas y se alzó como una virtud, formando parte del nuevo espíritu de la Ilustración, reflejado en el lema de Kant sapere aude (atrévete a saber).
Sapere Aude: Atrévete a saber
Las revoluciones americana y francesa pusieron de manifiesto la posibilidad de establecer otro tipo de organizaciones políticas y sociales, modificables a partir de la voluntad humana, lo que dejaba atrás el oscurantismo medieval acerca de la concepción divina e inalterable del mundo. Es importante, pues, relacionar el surgimiento de la sociología con la curiosidad intelectual, que se configura como requisito básico del sociólogo, el cual deberá indagar sobre los aspectos ocultos de la realidad, así como desconfiar de las definiciones sobre la misma que le ofrecen las instituciones oficiales, interesadas en ocultar ciertas realidades esenciales para entender el juego social.
Para concluir, podemos afirmar que las grandes ideas de la Ilustración, basadas en la razón y el empirismo científico, en una curiosidad inmanente y un afán por aprender y expandir los nuevos conocimientos, dejarán atrás la concepción teológica del mundo característica de la época anterior. Mientras, nuevos aires de cambio propiciarán el advenimiento de la modernidad y la emergencia del «hombre común» que constituirán los cuestiones centrales de la sociología establecida ya como ciencia, gracias a autores como Saint-Simon, Comte o Marx. Su posterior desarrollo y el inicio de su profesionalización a finales del siglo XIX y principios del XX, en el contexto histórico de la Belle Époque y la segunda revolución industrial, se sucederá con obras como La división de trabajo de Durkheim, en la que la transición a la modernidad se explica mediante el desarrollo progresivo de la división de trabajo, no solo concentrada en la producción económica, sino entendida como un proceso que se da en diferentes ámbitos.
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