La fotografía del presidente de los EUA, Richard Nixon, estrechando la mano del líder comunista de la República Popular China, Mao Zedong, fue tomada durante el viaje de Nixon a China. El encuentro tuvo lugar en Pekín, el 21 de febrero de 1972 entre las 14:50 y las 15:33 horas, en la residencia privada del padre de la revolución china. Esta imagen corresponde a una fuente histórica que podemos calificar como primaria o directa e iconográfica, en tanto nos ofrece un testimonio de primera mano, contemporáneo al momento histórico al que hace referencia, en forma de fotografía.
Los protagonistas de la imagen van ataviados con diferentes estilos. Por un lado, Nixon, como representante de una de las grandes potencias económicas del mundo, viste el típico traje occidental compuesto por americana, camisa y corbata. El estampado del traje se caracteriza por la raya diplomática, cuyo origen encontramos en la banca. Los banqueros añadieron rayas finas a sus trajes para diferenciarse del resto de trabajadores, indicando así un status superior. La vestimenta de Nixon denota, pues, su status de líder occidental en una sociedad de consumo regida por el régimen capitalista.
Por su parte, Zedong lleva un traje estilo Mao o Zhongshan, que fue introducido por el revolucionario nacionalista Sun Yat-sen, consistente en una túnica abotonada hasta el cuello con varios bolsillos en representación del republicanismo y del carácter disciplinado y austero del pueblo chino. Así pues, Zedong ofrece una imagen de orgullo y dignidad, acorde a su papel como principal dirigente de un comunismo apoyado por la población rural y conseguido a base de guerrillas. En definitiva, Nixon y Zedong utilizaron sus trajes, cada uno en su estilo, como reafirmación de los poderes ideológicos contrapuestos que ostentaban.
La actitud de ambos dirigentes en la fotografía parece relajada e intentan transmitir una sensación de calma y normalidad, aunque lo cierto es que se trataba más bien de un ademán algo artificioso que no acababa de esconder del todo las tensiones que se destilaban de las rivalidades generadas por la guerra de Corea y el apoyo norteamericano a Taiwán, además de sus posturas ideológicas antagónicas. Nixon, a pesar de su fuerte dogma anticomunista, en un arrebato de audacia diplomática sin parangón, decidió establecer lazos con China, aprovechando la ruptura sino-soviética de 1960-1962 –China rechazaba la tutela ideológica soviética y se erigía como un eje comunista independiente– y el interés geoestratégico que suscitaba el país asiático para los EUA, que intentaban mantener la expansión comunista bajo control. Nixon evitó tratar los temas más controvertidos con Mao, aunque sí lo hizo con su primer ministro, Zhou Enlai.

Richard Nixon y Mao Zedong
El Comunicado de Shanghái dejaba constancia de las negociaciones y establecía una nueva y esperanzadora perspectiva en la relación de ambos países. A pesar de las hostilidades latentes y algunos puntos de vista irreconciliables, el encuentro se consideró un enorme éxito diplomático en plena guerra fría y abrió las puertas de China a Occidente, no solo en aras de normalizar las relaciones diplomáticas y lograr un acercamiento económico entre ambos países tras veinte años de tensiones, sino también con el objetivo de minimizar las tensiones derivadas de la guerra fría.
No obstante, este éxito se vio enturbiado, pocos meses después, por el escándalo del caso Watergate, en el que se descubrieron maniobras de espionaje a los demócratas y múltiples abusos de poder a opositores del gobierno de Nixon, cuya implicación fehaciente en este escándalo político quedó clara y se vio obligado a dimitir en 1974 . Por otra lado, Zedong, con indicios de Parkinson y problemas cardiopulmonares, sufrió un repentino ataque al corazón y murió en 1976, dos años después del encuentro con Nixon.

El caso Watergate
Para comprender el origen de las tensiones entre ambos líderes debemos remontarnos a los inicios de la primera guerra fría acontecida entre 1948 y 1973. A pesar del interés de los EUA y la URSS por evitar la guerra civil en China, esta tuvo lugar en 1946 y terminó con la victoria de los comunistas, liderados por Mao Zedong en 1949, momento en el que se proclamó la República Popular de China. Mientras, el líder del Partido Nacionalista Chino Kuomintang, Chiang Kai-shek, que había constituido un gobierno corrupto, cada vez más debilitado, se retiraba a la provincia de Taiwán.
Posteriormente, con el estallido de la guerra de Corea –iniciada por la fracción comunista norcoreana contra los surcoreanos, de ideología más occidental, requirió la intervención armada de las Naciones Unidas que dieron apoyo a Corea del Sur, mientras China entraba también en el conflicto posicionándose al lado de los comunistas– y el auge de las conspiraciones anticomunistas desatadas en los EUA, los norteamericanos, en su afán por reprimir la expansión comunista, brindaron protección y ayuda económica y militar a Taiwán, y fue el único gobierno chino reconocido hasta 1971.
Por otra parte, el apoyo de Stalin a la invasión de Corea del Sur provocó suspicacias en los países occidentales que incrementaron los presupuestos en armamento, lo que hizo desistir a Stalin de un posible ataque a Yugoslavia. Ante el rearme occidental, el líder soviético también dedujo intenciones agresivas por parte de Occidente. Todo ello elevó mucho las tensiones entre el bloque capitalista y el comunista. La guerra fría alcanzaba, así, entre 1949 y 1953, su punto culminante.

La guerra fría
La ruptura sino-soviética entre China y la URSS empezó a finales de los años 50 y se debió a los diferentes intereses nacionales de ambos países y a las diferencias de interpretación del marxismo-leninismo. Mientras que Mao apostaba por mantener una actitud hostil y beligerante frente al capitalismo, la URSS –liderada por Jrushchov desde la muerte de Stalin en 1953– se imbuía en una línea más pacifista, lo que originó la acusación de Mao acerca de la suavidad hacia el régimen capitalista adoptada por Moscú. El deterioro llegó a su cenit en 1960 y se tradujo en la retirada de ayuda técnica y material de Moscú a China. Esta ruptura fue un elemento clave de la Guerra Fría, en tanto provocaba una importante fractura en el comunismo internacional y abría la puerta a las relaciones entre los EUA y China.
Nixon y su secretario de estado, Kissinger, necesitaban un doble acercamiento a las superpotencias del este, China y la URSS, enfrentadas en aquel momento, con el objetivo de pactar una salida negociada al conflicto de Vietnam, que tuvo un coste muy alto tanto en la economía como en la sociedad norteamericanas, y poder retirar las tropas de la zona, dejando los medios y la responsabilidad bélica en manos de Vietnam del Sur, a la vez que se buscaba un pacto con Vietnam del Norte. También se pretendía provocar la aproximación soviética mediante el interés americano por China. Como resultado de esas acciones se consiguió la firma del tratado SALT I con Moscú, que limitaba el armamento nuclear, el abandono norteamericano de la guerra de Vietnam, y el establecimiento de las bases de la distensión de la guerra fría que se reconducía por caminos más diplomáticos y alejados de la amenaza bélica.

Firma del Tratado de SALT I por parte de Nixon y Brézhnev
Mao, por su parte, fue el causante de dos décadas de catástrofes, en tanto estableció una fulminante colectivización de la agricultura campesina (1955-1957), forjó “el gran salto adelante” de la industria en 1958, al que le siguió una terrible hambruna (1959-1961) que perjudicó sobre todo a los sectores rurales, marcando un distanciamiento con el comunismo soviético, y lanzó la Revolución Cultural, que duró una década. Esta última campaña tenía como objetivo instaurar el socialismo e impedir la restauración capitalista. No obstante, instaba a la abolición de las antiguas tradiciones culturales y a la exaltación de la figura de Mao, lo que llevó a la destrucción de muchas obras culturales y a la persecución y coartación violenta de la clase intelectual y dirigente del país, que fueron acusadas de reaccionarias.
Ante este panorama, se hizo patente la necesidad de ambos líderes por establecer vínculos. Así pues, tanto Kissinger como Zhou Enlai, iniciaron una serie de reuniones secretas para preparar el encuentro, a pesar de la oposición de Lin Biao, sucesor oficial de Mao y fiel colaborador de sus políticas, pero que ahora se mostraba contrario a un acercamiento a los EUA como respuesta a las hostilidades soviéticas. Esto levantó las sospechas de Mao y Lin Biao cayó en desgracia.
Mao y Lin Biao
El encuentro de los líderes, marcado por la estructura bipolar del sistema mundial de la guerra fría que convertía en amigos a aquellos que tenían un adversario en común, supuso la normalización diplomática entre Pekín y Washington, la apertura de China a Occidente, la retirada de las tropas y la suspensión de las relaciones con el régimen nacionalista de Taiwán –se mantenían las relaciones no oficiales–, y el reconocimiento por parte de la ONU del Gobierno de China como único gobierno legal en 1979. Podemos afirmar, pues, que ambos líderes consiguieron sus objetivos, en tanto la China de Mao fue reconocida internacionalmente y Nixon logró hacer realidad su ambiciosa estrategia de distensión con la Unisón Soviética y China.
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