Las situaciones surrealistas que me ha tocado aguantar con respecto a la mala educación de otras personas me han llevado a la conclusión de que ya no es una cuestión de buena o mala educación, sino que la ignorancia imperante y la pérdida de valores morales en la sociedad actual conlleva, indefectiblemente, a una pérdida de la educación en todas sus vertientes. No obstante, no por ello debemos justificar y, mucho menos, tolerar semejantes muestras de incivismo. Hace unos años me hubiera callado y, entre suspiros de impotencia, me hubiera alejado del conflicto. Ahora, con mi nivel de tolerancia de barbaridad ajena prácticamente a cero, no dejo pasar ni una.
De todos es sabido que muchos funcionarios no destacan ni por su educación ni por sus buenas formas. No quiero generalizar porque, sorprendentemente, en alguna ocasión me he topado con personas realmente competentes, agradables y que, ¡oh, milagro!, no estaban desayunado. Sin embargo, hace unas semanas, en una de mis visitas médicas al hospital, me las tuve con una de las enfermeras que daban las citas. La mujer se encontraba con la cabeza baja, como si estuviera trabajando en algo, así que, en una muestra de deferencia hacia ella, me mantuve algo alejada del mostrador esperando a que levantara la mirada y me atendiera.
A todo esto, una señora pasó junto a mí, colándose sin disimulo, y empezó a exponer su problema a la enfermera cabizbaja que, de repente, prestaba toda su atención a la descarada usuaria. Indignada, toqué a la señora en el hombro y le dije que yo estaba antes. Estupefacta, tuve que escuchar cómo la enfermera decía que como no le había dicho nada pensaba que estaba esperando para otra cosa.
Algo totalmente lógico. Se conoce que una persona que espera en la recepción de una consulta médica puede estar ahí esperando que caiga un meteorito, haciendo cola para comprar un yate o, simplemente, observando a la divertida y jovial fauna que se reúne en las abarrotadas salas de espera de los grandes hospitales. Acto seguido, y sin miramientos en interrumpir a la señora, que empezaba a mirarme mal, le expliqué a la enfermera que lo que ella pensaba que era un paseo por el fascinante mundo de las recepciones médicas era en realidad un acto de educación que ella, en sus carencias, no había reconocido. Finalmente, ante la mirada de pasmo de la enfermera y la de odio e impaciencia de la señora, les di la espalda y, con el objetivo de no perder más tiempo, me dirigí a la enfermera de al lado, la cual había acabado su interminable e infructuosa conversación telefónica.

Hay gente que toma el café en tazas como esta: «Me gusta ser maleducado»
Para acabar de amargarme el día, a la salida del hospital me encontré con una especie de ONG que pedía donativos para los refugiados. Es habitual, en algunos hospitales, la promoción de este tipo de eventos, aunque, por regla general están más enfocados a temas de salud, como campañas para promover la donación de sangre o ayudas para la investigación del cáncer. Hasta aquí, todo perfecto. El problema surge cuando, después de tu visita al médico, te encuentras con un acoso desprovisto de educación que resta toda credibilidad a la causa. Y esto, justamente, fue lo que me ocurrió.
Primeramente, no creo que el entorno casara demasiado con la temática, teniendo en cuenta que muchas de las personas que frecuentan los centros de salud salen con malas noticias o, como mínimo, con bastantes males de cabeza y agobios con respecto a su salud. En segundo lugar, las formas deben ser consideradas. Avasallar a la gente no va a propiciar los donativos. En mi caso, se me acercó una chica para informarme brevemente sobre su labor de ayuda a los refugiados y procedió a pedirme el donativo sin muchas contemplaciones.
Debo aclarar, en este punto, que no suelo donar nunca nada a este tipo de organizaciones, no porque dude de su loable labor, sino porque en este mundo corrupto en el que nos ha tocado vivir, siempre me queda la duda de si mi dinero irá a parar a quien realmente lo necesita o si, de forma misteriosa, irá a parar a los bolsillos de los poderosos. De hecho, me niego a colaborar con cualquier entidad que no muestre una transparencia extrema y como eso no ocurre prácticamente nunca, colaboro con muy pocas.

La transparencia es fundamental en cualquier institución de ayuda a las personas.
La cuestión es que, cuando vi de que se trataba, le dije a la chica que no estaba interesada. Y no fue solo su mala cara lo que me molestó, sino que, además, su forma de mirarme con absoluto desprecio, acabó por ponerme de mal humor. Al parecer mi acto poco altruista no quedó lo suficientemente castigado y otro de sus compañeros me esperaba con ganas justo en la puerta de salida. Se dirigió hacia mi con aire de indignación y, volvió a insistir en el dichoso donativo reprochando mi negativa y pidiéndome explicaciones, en un intento de avergonzarme y culpabilizarme delante del gentío.
Harta de tanta sandez, me paré y le expliqué detenidamente que no podían acosar a la gente de esa forma y menos en un hospital, y que si no quería colaborar no tenían porqué increparme por ello, puesto que era libre de hacer lo que me diera la real gana. También le solté que en vez de molestar a gente enferma deberían ir a pedir donativos y soluciones a los políticos, no a la gente de la calle que, con sus pocos recursos, poco es lo que podrían hacer por los refugiados. Acto seguido me marché y dejé que el tipo siguiera molestando al resto de usuarios. Fantástica la labor de este grupo de personas.
Entre la incompetencia de la enfermera y los acosadores de la ONG, salí del hospital iracunda. Por suerte, soy de enfado fácil pero corto, así que al poco rato se me pasó. Mi estado de serenidad duró hasta que me encontré al iluminado de Valdo, el insufrible vecino de la comunidad… pero mejor os cuento esa historia en un próximo post.
Si tu capacidad de tolerar muestras de mala educacion en incivismo realmente te aconsejo no aparecer por Malaga. se te llevarian los demonios en los primeros 10 minutos
Hola Pedro,
Entiendo por tu comentario que en Málaga no brillan por sus buenas formas. Gracias por el consejo. Si algún día voy, me tomaré un par de pastillas de Trankimacin antes.
Saludos,
Susana
Pues yo soy funcionario, atiendo al público, y si te quedas ahí parada algo alejada del mostrador asumo que no estás esperando que yo te atienda. Lo normal es que te acerques, des los buenos días, y entonces yo te atiendo o te pido amablemente que esperes a que acabe con lo que estoy haciendo. Hay mucha gente que se para a esperar a otra persona justo ahí, algo alejada de la ventanilla de atención al público.
Hola,
Por supuesto, es lógico lo que dices. El problema es que hace muchos años que voy a ese hospital y en el caso concreto que comento en el post, no había nadie más en la recepción, me mantuve un pequeño paso alejada por educación y mi saludo no fue correspondido. Si la enfermera no me oyó o no se enteró de que estaba allí, tampoco es culpa mía. Su obligación es estar atenta a lo que ocurre y no esconderse tras el mostrador. Sea como sea, una vez aclarado el malentendido bien podía haberse disculpado y atenderme a mí, en vez de no hacer nada al respecto. Yo también he trabajado en recepciones de hospitales (en mi caso, privados) y estos casos se resuelven con una disculpa, una sonrisa y haciendo bien tu trabajo. Lo cual no fue el caso.
Saludos,
Susana
Me siento identificado, ambas cosas me han pasado varias veces. En el caso de la enfermera y la ventanilla, se puede extrapolar a oficinas bancarias, colas de cine, etc.. Cualquiera que haya hecho cola en algún otro país, sabrá que se respeta escrupulosamente la marca del suelo puesta a un metro que pone «Espere aquí», y también que la persona que atiende será la que diga «siguiente» para indicarte que te puede atender. Tal vez lo que hace falta es que los mandos medios tengan un poco de saber hacer e implanten poco a poco el civismo que parece ser la manada no atesora. Lo de la señora que se cuela, yo soy partidario de luchar contra ellas siempre, no es falta de educación es «caradurismo».
Sobre los acosadores de donativos, (cobran por hacer lo que parece voluntariado, por cierto) después de probar a decirles que no con educación, y a veces pararme a explicar porque no me fio de las multinacionales recaudatorias que representan, he visto que da igual lo que digas, en alguna ocasión hasta se me ha dicho que por mi culpa hay niños que no comen; o pagas o eres mala persona. Así que ahora o simplemente no les hablo, o les digo simplemente NO!! y bien alto varias veces.
Hola Borja,
¿Qué más puedo decir? Lo expresas con claridad y contundencia. Totalmente de acuerdo contigo.
Saludos,
Susana
Hola Susana,
Esto se ha expandido a todos los recónditos lugares y a todas las situaciones del día a día.
Bastantes años atrás, recuerdo cuando vivía en una pequeña ciudad donde el trato y la educación eran primordiales desde el círculo familiar hasta a pie de calle.
Ahora, prácticamente hasta a mi, me han agotado el ser educado en muchos momentos.
E incluso el hecho de pedir paso para salir del bus, se convierte en una disputa de por qué no se ha colocado en la puerta antes…
Entre la ignorancia (como bien dices) y la tensión o mala gestión del mal humor, diría yo que son una de las primeras causas…
¿Algún sociólogo por aquí? 🙂
Un saludo Susana
Hola José Andrés,
Tienes toda la razón, atrás quedaron aquellos lejanos días donde la educación primaba ante todo. Antes siempre andaba con el «por favor» y el «gracias», ahora lo sigo diciendo pero cada vez menos.
Hay situaciones que, siendo tan triviales como guardar una cola, se convierten en generadoras de mal humor y mal «rollo», sin ninguna necesidad.
Justamente, este semestre estoy estudiando sociología dentro del grado de Humanidades. No descarto buscar las razones profundas de este comportamiento, aunque me da a mí que está relacionado con la enfatización del individualismo que promueve esta loca sociedad líquida que nos ha tocado vivir.
Gracias por tu comentario y un saludo,
Susana
Solo puedo decir que estoy de acuerdo incluso en las comas. Que lastima luchar tanto por ganar dinero (no digo trabajar) y olvidarnos de la educación, de las buenas maneras…. Es triste pero yo cada vez me aislo más de la gente…. Gracias por compartir esta experiencia
Muchas gracias, Esperanza, por tu comentario.
Abrazo!
Susana
Solo puedo decir que estoy de acuerdo incluso en las comas. Que lastima luchar tanto por ganar dinero (no digo trabajar) y olvidarnos de la educación, de las buenas maneras…. Es triste pero yo cada vez me aislo más de la gente…. Gracias por compartir esta experiencia
jaja, me encanta! me siento tan identificada!!!! Yo he tenido la suerte de viajar a Japón! y el cambio es abismal!!!! allí es primordial la educación (seguro que alguien dirá que no, porque siempre hay excepciones) Pero alucinaba con la amabilidad en todo, desde una persona normal que pasea por la calle, hasta el dependiente de cualquier tienda. Siempre con una sonrisa, siempre con tono amable… hasta para decirte que no son educados. Cuando pasas un tiempo allí y vuelves, nada más pisar el aeropuerto….. te da el bajón, literalmente y piensas: Bienvenida a España!
Es muy penoso ir, como tú dices, a un centro de salud y ver las caras de los recepcionistas…. quizá tiene un día malo o quizá están enfermos también, no quiero que me hagan una fiesta cuando entro… sólo se pido una leve sonrisa y amabilidad y que…. por favor…. no parezca que estoy molestando. Si estoy ahí no es por mi gusto….
Efectivamente, Anahi, es que, en España, parece que cuánto más educado eres menos caso te hacen. Si al final ya me veo en mi siguiente visita al hospital dando codazos en la cola y llamando la atención de la recepcionista a voz de grito… lo mismo así me harían más caso.
Y sí, pocas veces me he encontrado yo en situaciones en las que parece que no molesto. En alguna ocasión, con alguna doctora rara que me ha tocado, también he tenido la sensación de que molesto y que hago demasiadas preguntas, lo que ha supuesto mi negativa a volver a verla. Tengo en mente un próximo post sobre las deidades contemporáneas: los médicos (por aquello de que algunos se creen dioses… aunque, no todos, gracias a Dios)
¡Un saludo, guapa! Y un beso para Kitsune.
PD: Punto positivo para los japoneses 🙂
jaja, me encanta! me siento tan identificada!!!! Yo he tenido la suerte de viajar a Japón! y el cambio es abismal!!!! allí es primordial la educación (seguro que alguien dirá que no, porque siempre hay excepciones) Pero alucinaba con la amabilidad en todo, desde una persona normal que pasea por la calle, hasta el dependiente de cualquier tienda. Siempre con una sonrisa, siempre con tono amable… hasta para decirte que no son educados. Cuando pasas un tiempo allí y vuelves, nada más pisar el aeropuerto….. te da el bajón, literalmente y piensas: Bienvenida a España!
Es muy penoso ir, como tú dices, a un centro de salud y ver las caras de los recepcionistas…. quizá tiene un día malo o quizá están enfermos también, no quiero que me hagan una fiesta cuando entro… sólo se pido una leve sonrisa y amabilidad y que…. por favor…. no parezca que estoy molestando. Si estoy ahí no es por mi gusto….