Homero y su obra han sido objeto de veneración por los antiguos griego y un constante referente para la cultura occidental. En el mundo clásico constituía «la paideia» de los griegos, en palabras de Platón, y durante siglos fue la base de la educación de cualquier persona ilustrada. Los poemas homéricos y las contiendas de sus héroes siguen fascinando y admirando al lector y estudioso actual. Para entender la mentalidad griega y la génesis de la cultura griega es necesario comprender y conocer los poemas homéricos, especialmente la Ilíada y la Odisea.

Estos poemas presentan una serie de elementos característicos y comunes. Uno de estos rasgos sería la invocación que hace el poeta a la musa con una breve relación de la temática del poema. Otras características esenciales que podemos encontrar en los poemas homéricos conservados son las siguientes: en primer lugar, hallamos el uso de la técnica literaria conocida como in media res —la narración se inicia en mitad de la historia— que se aplica tanto en la Ilíada como en la Odisea. En la primera epopeya, Homero abre el poema con el estallido de cólera de Aquiles provocado por el empecinamiento de Agamenón en tomar por la fuerza a una de sus prisioneras. En la Odisea, Ulises se encuentra retenido por la diosa Calipso en la isla de Ogigia. El poema épico se incia con la orden de Zeus a Calipso de liberar a Ulises para que pueda regresar a Ítaca, su hogar.

En segundo lugar, es habitual encontrar en los poemas homéricos escenas olímpicas, esto es, asambleas de los dioses donde se deciden los destinos de los héroes en función de los sentimientos que despiertan estos últimos en ellos. Se hace necesario destacar que las actitudes de las divinidades olímpicas están impregnadas de emociones humanas, no todas ellas loables, y  que, lejos de ser ecuánimes, vienen determinadas por la animosidad o la estima que los dioses sienten por los personajes.

Dioses del Olimpo

En tercer lugar, el uso frecuente del estilo directo —prácticamente la mitad de ambas epopeyas está escrita en este estilo—, con abundacia de diálogos y discursos entre los personajes, ya sean hombres o dioses, sería otra característica común en los poemas homéricos. Algunos ejemplos notorios son la disputa inicial entre Aquiles y Agamenón, el diálogo entre el troyano Glauco y el griego Diómedes o el encuentro final entre Príamo y Aquiles.

Con la finalidad de hacer llegar al público, de manera rápida y eficaz, el dramatismo o la emotividad de algunos pasajes, el autor utiliza óptimamente la comparación como figura literaria, haciendo referencia a imágenes provenientes de la naturaleza o del mundo rural o pastoril. Por ejemplo, en la Ilíada se compara la irrupción de Héctor en la batalla con una violenta tempestad.

Para acabar, es típico en los poemas homéricos el uso de sistemas de fórmulas y escenas típicas. Estas fórmulas se iban repitiendo y consistían en combinar un nombre y un epíteto. Por ejmplo, Aquiles es llamado “el de los pies ligeros” y Héctor, “el domador de caballos”. En otras ocasiones, las fórmulas consistían en descripciones de hechos o escenas, o bien en el uso de frases con diferentes extensiones, que, también, se iban repitiendo a lo largo del poema épico.

Aquiles y Héctor

En ambos poemas, el poeta invoca a la Musa o a la diosa como preámbulo. Las Musas eran nueve divinidades femeninas, hijas de la titánida Mnemóside, y el dios Zeus. Inspiradoras de la música y la poesía, sus nombres se dieron a conocer públiicamente mediante el poeta Hesíodo.

La verdad entre los griegos  se expresaba de diferentes formas. Una de ellas era la revelación a través de las Musas. “Hesíodo […] nos cuenta que las musas se le aparecieron y le instaron a cantar a Zeus, al tiempo que le inspiraban un canto que […] representa la verdad.” Por tanto, el poeta invoca a las Musas como preámbulo al poema por ser el hombre elegido por ellas para dar un carácter divino y veraz a sus palabras. De esta forma el aedo o rapsoda accedía, gracias a las Musas, a las palabras adecuadas para seducir a un un público tanto aristocrático como popular. Y, se encontraba, asimismo, en disposición de recordar y transmitir oralmente los valores primarios de la sociedad.

Las nueve Musas de la mitología griega

Los recitales poéticos se desarrollaban en un contexto aristocrático y, también, festivo. Aparte de declamar sus poemas en el ámbito de la aristocracia, estos también formaban parte de las fiestas de la comunidad, como por ejemplo los juegos Píticos en Delfos o las fiestas religiosas de Delos. Debemos tener presente que la oralidad era la base de la literatura de la Grecia arcaica, puesto que la regresión cultural provocada por la caída de la civilización micénica, propició el abadono de la escritura. Así pues, el poeta, que formaba parte inherente de la comunidad, transmitía su poesía, y por tanto, el imaginario mítico de la sociedad arcaica, de forma oral. Esto permitía al aedo hacer ciertas modificaciones en los cantos e, incluso, adaptarlos a los gustos del auditorio, logrando así una mayor implicación y cercanía por parte del mismo.

Podemos encontrar un ejemplo donde tiene lugar uno de estos recitales poéticos en el octavo canto de la Odisea. El aedo, Demócodo, acompañado de un coro, canta, inspirado por la Musa, sobre el descubrimiento por parte de Hefesto, de los amores adúlteros entre Ares y Afrodita. El recital tiene lugar en la corte del rey de los Feacios, Alcínoo, y muestra el canto individual del poeta así como el canto que acompaña la danza del coro, evidenciándose los modos de actuación de los aedos y la difusión de la poesía en la Grecia arcaica.

 

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