Con Chomsky y su libro Los guardianes de la libertad descubrí el arte de la manipulación de los medios de comunicación como herramienta de los poderosos para mantener a la población bajo control. Henry Frankfurt y su obra Sobre la verdad nos habla sobre como muchos representantes de instituciones políticas así como un nutrido grupo de individuos instruidos con posiciones relevantes en la sociedad parten de la premisa de la relatividad de la verdad, de un absoluto desprecio a la misma y de su absoluta carencia de sentido común. Os dejo aquí un enlace a mi blog personal donde dedico un post a estos dos autores.
Ahora, con George Lakoff y No pienses en un elefante, queda patente que toda esa manipulación que se ejerce sobre la población es fruto de numerosos y fructíferos estudios que se llevan realizando hace muchos años. Lakoff nos pone el ejemplo de la política norteamericana y las diferencias entre republicanos y demócratas. Pero esta clásica confrontación de partidos con ideologías de derecha y de izquierda es extrapolable a cualquier sistema político occidental.
En esta etapa política convulsa revestida de engaños, corrupción y escándalos de toda índole que nos han tocado vivir en los últimos tiempos, siempre me surgía la misma pregunta: ¿Por qué la gente sigue votando a los mismos partidos una y otra vez cuando estos han demostrado constantemente una gestión nefasta que ha perjudicado a la mayoría de ciudadanos? Esta cuestión me preocupaba enormemente porque el gobierno de derechas favorece a los adinerados, y estas élites no conforman la mayoría de la población. ¿Qué está pasando entonces? ¿Cuál es el problema?
Permitidme, en este punto, que haga una pequeña digresión relacionada con el tema que nos ocupa. Hace algún tiempo, conocí a Montse (nombre ficticio). Coincidíamos en el parque donde llevábamos a pasear a nuestras mascotas y con el tiempo nuestras charlas triviales adquirieron tintes más confidenciales. Montse había gozado de una muy buena posición social en el pasado, pero las cosas se habían torcido y se encontraba, en esos momentos, en una situación precaria. Con cincuenta y tantos y una pequeña minusvalía a sus espaldas, cobraba una mísera pensión mientras su madre, con más de sesenta y cinco años, trabajaba sirviendo en una casa, sin seguro. El dinero de ambas apenas alcanzaba para los gastos básicos de supervivencia. Una situación complicada. Bien, pues en algunas de nuestras conversaciones tuve que escuchar, incrédula, como defendía las políticas del PP. Todas. Sin excepción. Incluidas las que la perjudicaban a ella y a su madre. No solo eso, sino que además era militante del PP y llegó a enseñarme fotos suyas con Soraya Sáez y Mariano Rajoy. En este punto, me resultaba muy, pero que muy difícil entender el motivo por el cual alguien como Montse no solo votaba a ese partido, sino que hacía apología de unas políticas que la estaban perjudicando sin piedad. Incomprensible.
Lakoff nos da respuesta a esta incógnita mediante la comparación de las ideologías sostenidas por demócratas y republicanos en Estados Unidos. En primer lugar, apela a los marcos mentales, que no son otra cosa que las estructuras que conforman nuestro modo de ver el mundo. Estos marcos de referencia que todos poseemos forman parte del inconsciente cognitivo, que conocemos por nuestro modo de razonar, vamos, lo que se entiende por sentido común. También el lenguaje forma parte de esos marcos conceptuales. Es decir, para que todo tenga sentido lenguaje y marco deben coincidir.
El lenguaje, en tanto elemento constitutivo del discurso, será el vehículo que transmitirá las ideas, es decir, el lenguaje elige siempre un marco determinado, que coincide con nuestra visión del mundo y que no siempre será la misma para todos
Toda palabra evoca un marco. Si yo digo: no pienses en un elefante, es probable que esa imagen ya esté en tu mente. El enmarcado tiene que ver con la elección del lenguaje que encaje en nuestra visión del mundo, porque el lenguaje transmite, evoca esas ideas. Lakoff establece una relación entre los valores familiares que contemplan las ideologías de derechas y que se identifican con el padre estricto, con las de izquierdas que contemplan el modelo de padre protector.
El modelo de padre estricto nos dice que es moral premiar a aquellos que han prosperado, aunque eso suponga sacrificar los fondos destinados a políticas sociales
El modelo de padre estricto asocia moralidad con prosperidad, aboga por la competitividad en un mundo difícil y peligroso donde hay ganadores y perdedores. Se muestra a favor de mantener disciplinas férreas. los que siguen su propio interés podrán prosperar y ser autosuficientes. Es decir, entienden que alguien con pocos recursos está en esa situación porque se lo ha buscado y por tanto no merece que le demos nada, es inmoral darle nada ya que eso favorecerá su indisciplina y su dependencia. A los que hay que premiar por su capacidad de trabajo y esfuerzo son a los que han prosperado. ¿Qué tal una rebajita en los impuestos? Se lo merecen, se lo han ganado, es moral premiarlos. De esta manera, además, los programas sociales quedan sin financiación.
Por otro lado, Lakoff asocia la política progresista de los demócratas con el modelo de padre protector. La visión de esta ideología contempla el trabajo para lograr un mundo mejor, enfatiza valores como la empatía, la responsabilidad, la honestidad, la ayuda a los desfavorecidos, y se centra en la protección del medio ambiente, los trabajadores, la sanidad, etc. El problema, tal vez, viene de la mano de los diferentes tipos de progresistas, algunos más centrados en cuestiones socioeconómicas, otros en la ecología, otros en las libertades civiles, etc. Aun con unos valores básicos compartidos, en toda esta variedad existen diferencias que dificultan su unión.
La premisa en la que se basan los progresistas: “La verdad os hará libres” no funciona. Apelar al raciocionio de la gente tampoco funciona. Lo que prevalecen son los marcos mentales inconscientes establecidos en las sinapsis de nuestro cerebro. Y eso es algo que los republicanos saben muy bien
La visión progresista se basa en la máxima: la verdad nos hará libres. En base a esto, es entendible pensar que si contamos la verdad a la gente apelando a su raciocinio, todos ellos sacarán las conclusiones acertadas. Craso error. La ciencia cognitiva nos demuestra que la gente no piensa así. La gente piensa mediante marcos: los marcos del padre estricto y del padre protector. Para que la gente acepte la verdad, esta debe encajar en esos marcos, puesto que si no encaja, por muy veraces y demostrables que sean los hechos, estos rebotarán mientras que el marco se mantendrá.
La gente vota por su identidad, por sus valores, por aquello con lo que se identifica, no por sus intereses
Si aplicamos todo esto a la realidad, observamos que los progresistas pueden pensar que la gente votará por sus propios intereses. Nadie con un mínimo de sentido común puede pensar que se pueda ir en contra de los intereses de uno mismo. Y aquí vuelvo a la duda planteada al principio. ¿Cómo es posible que la clase obrera, la más desfavorecida siga votando a políticos que legislan en contra de sus intereses? Pues porque la gente no vota necesariamente por sus intereses, vota por su identidad, por su valores, por aquellos con quienes se identifican. Para los progresistas es un gran error pensar que la gente vota siempre en beneficio de sus intereses.
Permitidme otro inciso, aquí. Teniendo en cuenta lo expuesto hasta el momento, se hace mucho más fácil entender la actitud de Montse. Su marco mental inconsciente y formado por el modelo de familia de padre estricto –probablemente favorecido por sus antecedentes sociales vinculados a una clase social alta– la llevaba a identificarse con un partido que comparte esos mismos marcos y valores, y que además utiliza un lenguaje con el que ella se identificaba. El hecho de que las políticas de ese partido la perjudicaran quedaba en un segundo plano.
Los republicanos y los partidos con similares ideologías son expertos en apropiarse de un lenguaje repleto de connotaciones positivas para exponer justamente unas propuestas con consecuencias absolutamente negativas
Y todo esto ocurre porque los partidos de derechas utilizan de forma magistral los marcos de referencia anclados a nuestro inconsciente, así como el lenguaje acorde a los mismos, de forma que consiguen que muchas personas con sus mismos marcos de referencia les sigan. Una trampa que suelen utilizar los políticos republicanos es apropiarse de un lenguaje plagado de connotaciones positivas, justamente para proponer leyes con consecuencias muy negativas. Por ejemplo, utilizan las palabras sano, limpio y seguro, que relacionan con el medio ambiente. Y además han llegado a crear una pieza legislativa llamada Ley de los Cielos Limpios. Que no os engañe el lenguaje, esta ley permitirá un aumento considerable de contaminación.
Bien, este ejemplo y muchos otros podréis leerlos en el libro de Lakoff. También os será posible profundizar muchos más en los aspectos expuestos en este texto. Así pues, os recomiendo encarecidamente la lectura de este libro, que en tan solo 100 páginas os dará una visión muy clara de cómo algunos partidos políticos, invierten millones de dólares en estudios científicos que les proporcionan las herramientas con las que son capaces de identificarse con los marcos conceptuales de muchas personas y de hacer uso del lenguaje apropiado, en su propio beneficio y en contra de los intereses de la mayoría, para perpetuarse en el poder.