Con la llegada de las fiestas navideñas, muchas familias ceden ante las súplicas incesantes de los más pequeños y acogen en su seno a un nuevo miembro, sin medir, en muchas ocasiones, las consecuencias de sus acciones. Muchas de estas deseadas mascotas serán abandonadas a su suerte en unos pocos meses, otras serán trasladadas a alguna protectora que pueda hacerse cargo y otras podrían caer en manos de maltratadores degenerados. Y es que, aunque se observa una mayor concienciación social, en general, las perspectivas de los animales no son demasiado buenas.

Que buena parte de nuestra sociedad ha dejado de lado muchos valores morales es algo obvio. No hace falta más que mirar a nuestro alrededor. Violencia de género con fatales consecuencias, políticos corruptos que hacen y deshacen a su antojo sin más interés que el de seguir manteniendo sus hinchadas cuentas en Suiza, acoso escolar llevado al extremo, jóvenes sin rumbo ni perspectivas de futuro cuya principal ocupación es el postureo y el botellón, y así podríamos seguir exponiendo un tema social tras otro que nos muestran constantemente ese nihilismo o ausencia de valores que se instaura sin remedio en nuestra sociedad y que ya predijo Nietzsche en su día.

El abandono animal constituye un buen ejemplo del nihilismo  al que hacía referencia Nietzsche

El filósofo alemán creía que el fenecimiento de los valores occidentales derivaría en una época de nihilismo que comportaría la desaparición de esos valores —para él equivocados y generadores de una moral de rebaño y de resentimiento contra lo vital— que se invertirían mediante la transvaloración de valores para dar lugar al concepto de superhombre, entendido como un cambio de valores morales afines a la vida y la existencia que delimitarían el fin de la decadencia occidental. ¿Estamos, pues, en esa etapa de nihilismo que postulaba Nietzsche?

Aparentemente, vivimos en una sociedad que es contraria a la violencia, y, personalmente, detesto profundamente cualquier tipo de exabrupto violento. Pero, el que más me indigna de todos ellos es el que está relacionado con los animales. Una de las pocas diferencias entre ellos y nosotros es el lenguaje articulado que utilizamos para comunicarnos. Su comportamiento intuitivo esta impregnado de capacidad de raciocinio e inteligencia, y existen muchos estudios biológicos y etológicos que así lo demuestran. Pero si estas no fueran razones suficientes para no respetarlos, ante alegaciones ignorantes, tradiciones aberrantes, creencias estúpidas o esa arrogante superioridad humana que, por desgracia, caracteriza a muchos de nuestros congéneres, existe una razón mucho más válida: los animales sienten. Y ante eso no hay justificación posible para el maltrato.

No debemos preguntarnos: ¿pueden razonar?, ni tampoco: ¿pueden hablar?, sino: ¿pueden sufrir?

Bentham: Introduction to the Principles of Morals and Legislation.

La tristeza infinita unida a la indignación más feroz embargan mi conciencia ante ciertas imágenes que muestran las más espantosas y truculentas formas de maltrato o ¿por qué no decirlo más claramente? tortura animal. Los partidarios de mantener vivas unas tradiciones bárbaras, ya obsoletas, que se esfuerzan en conservar sin ninguna justificación, más que el empecinamiento ignorante del que, además, se vanaglorian, aun no se han dado cuenta de que muchas tradiciones antiguas han desaparecido por algún motivo.

En la sociedad medieval, la creencia y la aceptación de la brujería legitimizó la caza de brujas por toda Europa hasta que finalmente el escepticismo respecto a la brujería se impuso gracias a la llegada de una nueva era de progreso científico. Progreso, esa es la clave para acabar con esas prácticas tan encarnizadas y crueles que algunos osan llamar tradición.

Viñeta de edoilustrado

Hasta qué punto pueden degradarse los valores humanos, éticos y morales, es algo ciertamente preocupante en una sociedad, muchas veces, indiferente ante los sucesos relacionados con el maltrato animal. Pero, lo que más alarma me produce es la incultura, la insensibilidad, la falta de empatía y las convicciones carentes de humanidad que mueven a esos individuos sujetos a tradiciones, intereses económicos o simple ignorancia, que actúan, en la mayoría de ocasiones, impunemente y, lo que es peor, legalmente.

Por suerte, no todo es negativo y en contraposición tenemos a los partidarios de la coherencia, de la vida y del respetos a los animales. Partidos como PACMA, asociaciones como Actyma, FAADA y otras muchas agrupaciones, fundaciones, protectoras y ONG’s están realizando una labor excelente abogando, protegiendo y luchando por los derechos de los animales. Cada vez somos más, los que sensibilizados por esta causa nos unimos a la lucha. Se ha conseguido avanzar mucho en estos últimos tiempos, pero aun nos queda un largo camino que recorrer.

Fomentar el amor y el respeto a los animales en los más pequeños contribuirá a crear una sociedad más justa para ellos

El respeto a la vida, en todos sus ámbitos, es una cuestión de vital importancia. Es indispensable que la sociedad evolucione, que progrese en aras de determinar las medidas oportunas no solo para la protección de los ecosistemas en general y los animales en particular, sino también para poder alcanzar el concepto de superhombre al que hacía mención Nietzsche. Se hace necesario, pues, alejarse del oscurantismo y consolidar una sociedad con unos valores nobles, compartidos por todos, que fomenten el respeto al medio ambiente, a los seres vivos que lo pueblan y a la vida en general.

 

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