Propuesta indecente

by Romeo Santos | Romeo Santos, Fórmula, Vol. 2

Las primeras notas de la bachata de moda inundaron la espaciosa aula llena de espejos. Ana se dispuso a seguir el ritmo junto a Lalo, su pareja de baile, al tiempo que no perdía de vista al profesor y agudizaba el oído para no perderse sus indicaciones.

Un, dos, tres, punteo. Un, dos, tres, punteo. Muy bien, chicos. Estupendo, ahora vamos a practicar la figura que explicamos el último día. A ver si os acordáis.

Ana miró a Lalo con desconfianza. Era su tercera clase y no es que hubieran avanzado demasiado. Le parecía increíble que ese cubano hubiera nacido sin un ápice de ritmo en el cuerpo. Sus movimientos torpes la desesperaban y ya se estaba empezando a arrepentir de haberse apuntado a esas clases.

De repente, en medio del giro que requería la figura, Ana sintió un profundo dolor en el pie. Lalo se había equivocado y la había girado en dirección contraria, con el consiguiente pisotón de turno.

– ¡Lalo, joder! Me has hecho un daño horrible.

– Lo siento, bonita, es que no domino mucho esta figura.

– ¿Que no dominas esta figura? ¿En serio? Yo diría que no dominas ninguna.

– ¿Amaneciste con el moño virao, niña? Tranquila, intentaré llevar más cuidado. Estás bien, ¿verdad?

Ana le dijo que sí por puro compromiso. No quería armar líos en mitad de la clase, pero seguramente le dolería el pie durante una semana como mínimo. Así que se tragó la rabia como buenamente pudo y suspiró profundamente mientras se preguntaba de dónde diablos iba a sacar la paciencia suficiente para aguantar a ese cubano zalamero y sin gracia.

¿Acaso no podía esforzarse un poco más? Ella lo hacía, ¿no?. De hecho, todos los demás alumnos lo hacían. Pero no, él no. Prefería pisar su pobres piececitos una y otra vez, y llenarle los oídos de disculpas almibaradas y paternalistas que la sacaban de quicio, en vez de prestar atención a las explicaciones del profesor. ¡Valiente bailarín estaba hecho el cubano!

Lalo, intenta concentrarte, por favor. Y, tú, Ana, estás muy rígida, relájate y déjate llevar. En la bachata el hombre dirige, ya lo sabes. Solo tienes que dejarte llevar, ¿de acuerdo?

Ana asintió resignada y se perdió en sus propios pensamientos.

Romeo Santos y su propuesta indecente. ¡Ja! canción machista donde las haya. Solo escuchar la primera frase de la letra me ponía mala. Hola, me llaman Romeo, es un plaser, pausa dramática, conoserla. Vamos, que podéis daros todas por folladas, guapas.

¿Cómo había podido apuntarme a las dichosas clases de bachata? Yo, con un doctorado sobre estudios de género a mis espaldas. Y lo que me había costado sacarlo. Y luego el profesor. Esa era otra, el profesor y sus insoportables coletillas, déjate llevar, el hombre manda, estás muy rígida, déjate llevar, déjate llevar, déjate llevar. No viniera el diablo y se lo llevara a él. Maldito estúpido.

Si al menos mi pareja de baile fuera algo más hábil. Pero no, tenía que tocarme el más torpe, el más zoquete. ¡Qué dolor sus pisotones! Ese cubano azucarado y simplón se había dejado la gracia donde Cristo perdió la alpargata. ¡Menudo bailarín de pacotilla! Mis pobres zapatos de baile, que apenas tenían un mes, estaban hechos un desastre, por no hablar de mis piececitos. Ahora me tocaría comprar otro par. Por cierto, había visto unos en el centro comercial que me sentarían genial con mi nueva falda negra. Anda, mira, hablando de faldas…

Que si levanto tu falda, que si te falto al respeto y luego culpo al alcohol. Brillante, Romeo, ahí lo has clavado. Qué pegadiza es la dichosa cancioncita de marras. Y encima, van y le dan el premio al mejor video del año. Ahí, colaborando con las rancias e inamovibles estructuras patriarcales. Debería dejar las dichosas clases de bachata. Lo malo sería que dejaría de ver al profesor.

Y no porque me caiga muy bien el tipo, la verdad, pero ¡qué guapo es! ¡Qué ojos tan azules, qué sonrisa, qué hombros tan anchos! Y qué manos. De pianista, perfectas, frías. Y qué bien huele. A camiseta recién lavada. A suavizante.

Una aventura es más divertida si huele a peligro. Y dale, Manolo, Romeo Santos otra vez. Y no va y me invita a una copa el guaperas del profe. Seguro que intuye mi máxima favorita «Me gustan los coches rápidos, las botas italianas y los hombres peligrosos en las distancias cortas». Y este parecía muy peligroso. Cuando me sacaba a bailar para aclarar dudas en clase, su cercanía me dejaba medio lela y era incapaz de sostener su marida más de cinco segundos. Sí, la tensión era obvia.

Aunque halagada, no me quedó otra que rechazar su invitación, que olía demasiado a peligro y sonaba a propuesta indecente en toda regla. Me darías el derecho a medir tu sensatez. Pues eso, tampoco quería poner demasiado a prueba mi sensatez, con lo que siempre me quedará la duda sobre si su intención era seducirme en su coche o tan solo quería invitarme a un Martini para calmar mi timidez, que a lo sumo, es lo mismo. 

Poner en juego tu cuerpo, si te parece prudente esta propuesta indecente. ¡Condenada canción! How about if you and I, me and you, bailamo bachata… y luego you and I, me and you, terminamo en la cama… qué rico… ¡Romeo Santos te odio!

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