Mientras rebusco en las profundidades de mi armario, plagado de shorts, camisetas sin espalda y frescos vestidos veraniegos, en busca de una chaqueta, unos calcetines y un pantalón largo, me doy cuenta de que el otoño se instala en silencio aunque con señales más que notorias. El ambiente más fresco, la lluvia, los días que se acortan, las hojas de los arboles en el suelo y esa nostalgia que siempre embarga el ambiente en estos días, son claros indicativos del inminente cambio de estación.

Y es que una no puede evitar echar la vista atrás y recordar. Hace poco más de un año inauguraba mi blog y uno de mis primeros posts, Los elegidos, hacía referencia a los recuerdos escolares de mi infancia y a las aventuras compartidas con mis compañeros de colegio. En esta ocasión, voy a mirar al pasado para compartir mis recuerdos literarios. Algunos de los libros que me acompañaron durante mi niñez, y que disfrutaba sobre todo en los meses de verano, haciendo crecer mi amor a la lectura  y a la literatura.

Santa Clara, Torres de Malory, Elizabeth y Los Cinco de Enid Blyton

No recuerdo la de veces que llegué a leer cada uno de los libros que conformaban las sagas de los internados de la increíble autora inglesa, Enid Blyton. Me estrené con Las mellizas cambian de colegio, para seguir con el resto de libros que relataban las aventuras y desventuras de las mellizas O’Sullivan en el internado de Santa Clara.

En Torres de Malory, Darrell, Sally, Alicia, Gwendoline, Mary Lou y demás alumnas hicieron mis delicias. Cada curso traía nuevas y conflictivas alumnas con las que las protagonistas más veteranas tenían que lidiar. Inolvidables los incidentes con Mademoiselle Dupont, la profesora de francés, los memorables partidos de lacrosse, las ricas merendolas que les seguían, los festines de medianoche y la sincera amistad entre Darrell y Sally. Le cogí tal apego a las protagonistas que siempre acababa llorando a moco tendido con el último libro. Eso sí, me consolaba volviendo a leer toda la saga y no exagero si os digo que la leí al menos unas siete veces.

La saga de Elizabeth solo tenía tres tomos, pero no por ello era menos interesante. En la misma línea que las anteriores, Elizabeth era una alumna un poco menos formal y más conflictiva, y a pesar de su afán por ser justa siempre acababa metida en algún lío.

¿Qué decir acerca de Los Cinco? Cómo no recordar sus inolvidables y misteriosas aventuras. Julian, Dick, Ana, Jorgina y su perro Tim, entusiasmaron a los más jóvenes en su intento por resolver diferentes misterios en la imaginaria isla de Kirrin. Todo un clásico imposible de olvidar.

Puck de Lisbeth Werner

En realidad, Lisbeth Werner fue el seudónimo que utilizaron los dos autores daneses que dieron vida a esta serie. Confieso que me las ingenié para conseguir absolutamente toda la colección. En este caso, Puck, apodo que le dan sus compañeros por su amor a la naturaleza al igual que duendecillo de El sueño de una noche de verano de Shakespeare, es internada en un colegio debido al fallecimiento de su madre y la imposibilidad de su padre de cuidarla. A partir de aquí, en todos los libros, Puck y sus amigos se verán siempre involucrados en algún misterio, con lo que el tinte detectivesco impregna toda la serie.

En los últimos libros Puck abandona el internado para ingresar en una escuela superior para señoritas junto a su amiga Torbellino. Los casos de misterio continúan y se vuelven algo más sofisticados. También aparece un joven universitario que le robará el corazón, dando un toque deliciosamente romántico al final de la saga.

Mónika y el fantasma de María Luisa Fischer

En una línea muy diferente a la de las sagas anteriores, encontramos esta serie de unos pocos libros que nos presenta a Monika, una jovencita que se muda con su familia a una enorme casa en el campo, la cual está habitada por un joven y caprichoso fantasma perteneciente al siglo pasado. Lejos de asustarse Monika le planta cara al revoltoso espíritu y después de algunos sustos, ambos se hacen amigos e inician su particular andadura juntos.

Esta serie me cautivó y pasé muy buenos ratos con su lectura. Como me pasaba siempre, el último libro: Mónika le dice adiós al fantasma, me emocionó tanto que acabé mojando con grandes lagrimones sus últimas páginas.

La biblioteca verde

Esta colección incluía un compendio de diferentes libros de varios autores. Mis preferidos eran los de Julio Verne, aunque no llegué a reunir la colección entera, me hice con un buen número de ejemplares, que me abrieron la puerta a un sinfín de mundos nuevos. Los libros incluían dibujos de los personajes, con lo que la lectura se hacía mucho más amena. Mis favoritos eran Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, La vuelta al mundo en 80 días y La isla misteriosa, entre otros.

Elige tu propia aventura

Esta nueva forma de lectura me encantó al principio, aunque después de algunos libros dejó de hacerme tanta gracia. Lo más interesante era que tú eras el protagonista de la historia, aunque una de las principales pegas era el tiempo de lectura, en mi opinión, demasiado breve. Era fácil caer en una ruta corta y un mal final, con lo que te quedabas con una mala sensación. Lo cual me llevaba a volver a empezar y tomar un camino diferente. Lo cierto es que a la larga acabó por aburrirme, así que dejé la colección a medias, cansada de morir a las pocas páginas o de quedarme encerrada en una torre el resto de mi vida. No tenía mucha suerte con los finales. Ciertamente, no tomaba buenas decisiones.

Mis obras preferidas fueron: El expreso de los vampiros, El castillo prohibido y El secreto de las pirámides. A pesar de que acabé siendo mordida por un vampiro, permanecí como guardiana en un monasterio perdido el resto de mis días y, conocedora del secreto de las pirámides, me vi obligada a quedarme en ellas por toda la eternidad. Lo dicho, que no daba con un buen final ni en broma.

Día de lluvia otoñal

Por supuesto, hubo otros muchos libros y sagas que me encantaron, pero los presentados son los que recuerdo con más cariño. Es obvio que hay libros que te dejan huella y, aun con el paso del tiempo, no olvidas. Y mientras miro el cielo gris y la lluvia que golpea con suavidad los cristales, no puedo evitar recordar con melancolía a todos esos personajes que me acompañaron en las tardes tórridas de aquellos veranos de antaño.

 

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