En esta conocida pieza, Beethoven intenta recrear un claro de luna, lo cual consigue mediante sus acordes perfectos, su ritmo hechizante y sus sostenidos y bemoles. Se cuenta que el Maestro compuso está sonata para una joven ciega, en pago por su hospitalidad. «¿Qué deseas?» le preguntó. Y ella respondió «Desearía ver un claro de luna». Si cerramos los ojos y nos perdemos en las notas y en los silencios de esta obra no solo podemos ver el claro de luna, sino también oírlo y sentirlo en nuestro interior. Un acompañamiento musical perfecto para la lectura de este melancólico poema.
SUSANAGONUMoonlight Sonata 1st Movement. Op. 27, No. 2, Adagio Sostenuto
En ese entonces
no conocía tus deseos,
no interpreté bien los signos,
no escogí bien el sendero.
Te amé tanto
que dejó de importarme el resto.
Y eras tú…
tú siempre en mi pensamiento.
Qué breve fue la pasión,
qué escasos fueros tus besos,
qué intensos remolinos
se agitaron en mi pecho,
qué corto se hizo el camino
y qué mágicos momentos.
Y eras tú…
tú siempre en mi pensamiento.
Te recordé tantas veces,
un halo frío, un beso etéreo
una estrella fugaz
cruzando el oscuro cielo,
infinitas noches, días eternos,
sin saber y sintiendo.
Y eras tú…
tú siempre en mi pensamiento.
El tiempo pasó despacio,
cubrió tu imagen la niebla.
Mi corazón volvió a la calma
y a su vacía existencia.
Ecos de silencios,
mis eternos compañeros.
Y eras tú…
tú siempre en mi pensamiento.
Aun a veces te pienso
o viene a mi memoria
una pasión, un fuego nuestro.
Retazos de historias,
sueños rotos, risas, lágrimas,
todo en ti fue vasto invierno.
Y eras tú…
tú siempre en mi pensamiento.
Recuerdos del alma mía (III).
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