La primera vez que le vi me pareció una especie de bruto. Era un hombre tremendamente grande, un gigante casi. Todo en él destacaba por lo desmedido, sus manos, su cabeza, su nariz, su barbilla, su cuello, su boca.

Mi representante me advirtió que se trataba de un hombre seductor, sin embargo yo, viendo sus fotografías, no podía estar más en desacuerdo. Estaba claro que el tipo tenia talento. Tarantino. Había visto algunas cintas suyas, algunas muy buenas, y las que menos, no dejaban indiferente a nadie. Escenas duras, lenguaje de suburbio y sangre, mucha sangre. Sin embargo, aquel coloso humano, a pesar de su fiera apariencia, parecía estar bendecido por un halo de delicadeza.

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Me estrechó la mano con suavidad, como el que recoge un pajarillo caído del nido. Sus manos eran cálidas y firmes, su voz grave, sus labios se curvaron en una tímida sonrisa y sus ojos intensos se clavaron en los míos. Aquel coloso tenia una mirada especial, una mirada de niño curioso, sorprendido y expectante a lo que vendría después.

 ……………

Aquella mañana me afeité con cuidado. El sol del desierto había dañado mi piel. Adoraba a Jake y cuando me pidió que le acompañara para darle algunos consejos sobre el corto que estaba rodando, no pude menos que sentirme encantado de poder ayudarle. Cuando te consideran una especie de leyenda viva, todos creen que las cosas de este mundo no te atañen, así que nadie pensó que podría quemarme  la cara. Los mitos también lloran.

Aunque ya era demasiado tarde, una maquilladora del staff se dedicó a ponerme un remedio casero con miel, avena y aceite. Dijo que en cierta ocasión le había servido para aliviar a la famosa Uma, que había quedado achicharrada tras una barbacoa con unos amigos y mucho alcohol.

Quise investigar un poco y tanteé a Jenny, la gente del staff son los que manejan el cotarro en los rodajes y están mucho más cerca de las stars que cualquiera.

Mi idea preconcebida era que Uma era una persona fría y distante. Jenny me dijo que contrariamente al cliché, Uma era muy inteligente, divertida y nunca faltaba una sonrisa en su cara.

Al verla en persona me quedé petrificado. Yo ya estaba acostumbrado a tratar con bellezas de Hollywood, pero aquella mujer tenía un porte impresionante. Muy delgada y alta. Se podría pensar que era desgarbada, pero los tejanos de cintura baja que ajustaban su figura dejaban entrever un estricta rutina de dieta y ejercicio físico.

Ciertamente, Jenny tenia razón. Una enorme sonrisa iluminó su cara cuando me estrechó la mano, al tiempo que me perdía en las profundidades de sus ojos azules.

 ……………

Para mí, este mes había sido terrible. Zeus había subido la cuota y yo, pobre Cupido de mí, ya no sabía donde apuntar. Tal y como estaba el mundo, a ver a quien le quedaban ganas de lanzar las dichosas flechas. Uno pone las ganas y la chispa, pero el resto es tarea de los enamorados y pocos estaban por la labor.

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Por aquello de intentarlo una vez más, dejé rodar mi dedo por el globo terráqueo hasta que se detuvo en una localidad llamada Hollywood, así que hacia allí me dirigí batiendo mis alitas.

Desestimé las primeras opciones porque, aunque sí vi mucho amor, lo vi de color marrón, que significa amor por uno mismo, según me confesó una vez Narciso. No iba a malgastar ni mis flechas ni mi puntería en semejantes egoístas.

Me materialicé en un camarero y me colé en un restaurante de moda. El maître enseguida me increpó y me mandó a servir una mesa del fondo, donde estaban esas personalidades famosas. «¡Y que no se te note que estás nervioso, ni vayas a pedir autógrafos!» me espetó con altanería. Qué tipo más desagradable.

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Al fijarme en aquellos dos, vi que sus luces eran, la de él azul y la de ella amarilla, y se me ocurrió la idea de combinarlas en un bonito verde esmeralda. No podía sacar mi arco y mis flechas allí, en medio de toda aquella gente, tenía que pensar algo rápido. Eché mano a mi costal y encontré un pequeño frasco que me dio Afrodita «para las emergencias». Era la ocasión perfecta para utilizarlo, así que puse unas cuantas gotas en la bebida de cada uno y esperé, atento, el resultado.

Nota de la autora: Wataru Freeman ha colaborado en la redacción de este relato.

 

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